No es impune que el protagonista sea un abogado. En eso a veces nos convertimos todos, juzgando a los demás, predicando la mejor forma de vivir o ver la vida.
Eso y más me platicó Cristóbal García-Naranjo, director y principal responsable de la puesta en escena de El último sábado de junio, obra sobre la cual escribí hace unos días y que el pasado fin de semana terminó con éxito su primera temporada en la Ciudad de México.
¿Por qué decidiste montar El último sábado de junio? ¿Y por qué ahora? Desde niño me he cuestionado lo que la sociedad ofrece como opciones para relacionarnos, para identificarnos. Estructuras cerradas, ignorancia, comportamientos que responden a una inercia y no a una convicción…entre las más presentes. Con la sensación de que la vida pasaba de largo y simplemente con la de no hallarme en ninguna categoría de las que se me ofrecían, me preguntaba sobre el origen de esta situación. La gente automáticamente busca ser “práctica” e inmediatamente pone etiquetas: “tú eres esto”, “tú eres lo otro”. Algunos se conforman y ya, otros dicen “es que así es, no hay de otra”. Otros, como yo, luego de buscar incansablemente la etiqueta en la que nos sintiéramos plenos y no encontrarla, decidimos cuestionar, replantear e incluso reinventar nuestra realidad, nuestro entorno.
En mi búsqueda por encontrar un texto que me permitiera explorar y hablar de esto, encontré The last Sunday in June de Jonathan Tolins, texto que desde el principio me pareció una obra con un gran potencial. Lo fui estudiando y encontrando un texto poético con muchísimas ramificaciones que analizaban, entre muchas otras cosas, un mismo fenómeno: identidad-sexualidad desde diversas posturas, lógicas diferentes, pero todas válidas. Me di cuenta que podía ir mucho más allá de la propuesta original del autor y profundizar, universalizarla todavía más. El autor originalmente iba a llamarla Another gay play (Otra obra gay). Qué bueno que no lo hizo porque lo que él escribió va mucho más allá de lo “gay”.
He sido muy cuidadoso en la elección de las palabras. He puesto un énfasis en el lenguaje, en la importancia de utilizar una palabra y no otra, origen para mí de muchos de los problemas relacionados con la visión que actualmente se tiene de la sexualidad (producto también de nuestra historia), y confusiones que llegan a ser fatales. A mí me parece alarmante que hoy en día la mayoría de la gente no sepa las diversas opciones que la naturaleza nos da en cuanto a nuestra sexualidad y a nuestra identidad, y que para ellos todo lo que se salga de o rompa con el esquema que aprendieron sea reprobable o “tolerable”, pero mientras no lo tengan cerca. Mi adaptación plantea esto, dejar abierta la reflexión, mandar a la gente a que consulte diccionarios, hacer preguntas más que resolverlas, sensibilizar, invitar a crear nuevos paradigmas.
Sentido del humor tendría que tener un texto que se metiera hasta esas honduras. El último sábado de junio tiene este gran ingrediente y se explota en diferentes situaciones, sobre todo con personajes como Beto, que por estructura cumplen la función de amenizar y relajar las tensiones que se van creando, lo que vuelve el montaje muy divertido.
El montaje lo vengo trabajando desde hace más de dos años. De haber tenido más apoyo lo habría estrenado el año pasado con Eduardo España, Andrés Zuno, Daniela Zavala y José Carlos Femat en el elenco (quienes ya no pudieron continuar por diversos compromisos) como continuidad de obras como Príncipe y Príncipe y antesala de Cock y Gotas de agua sobre piedras calientes. El último sábado de junio, una producción independiente que se enfrentaba no sólo al prejuicio que la etiquetaba como “obra gay” por el tema que trata (del cual la misma obra se burla), sino a la indiferencia y poco compromiso real que en muchos niveles nuestra ciudad experimenta hacia el arte y la cultura, concretamente el teatro. Busqué apoyos, patrocinios por cielo, mar y tierra. Muchos me decían, “pero, ¿cómo vas a montar esto? ¿Quién se va a atrever a hacerlo? Como que se presta a pura jotería”.
El año pasado era el primer “último sábado de junio” con la ley de matrimonio universal aprobada en nuestra ciudad. Parecía el momento justo para detenerse y reflexionar sobres las nuevas opciones que se ofrecían, sobre qué se triunfaba, si eso realmente cambiaría nuestra visión, si cambiaría a la sociedad. Hoy por hoy, estamos por cerrar la primera temporada de la obra contentos y satisfechos de haber iniciado un diálogo, de ver el interés y la identificación que ha despertado en los asistentes, de ver tanto las reacciones de entusiasmo como las de incomodidad, pues en la diversidad de opiniones está la riqueza, y porque este proyecto no se hizo para descubrir el hilo negro, sino para zurcirlo.
¿Quién hizo la traducción y adaptación? Yo hice la traducción, y mi adaptación fue enriquecida y terminada por las aportaciones que los actores hicieron durante el proceso de montaje, lo que dio como resultado la versión final, lo que es un decir, ya que como es un trabajo vivo continúa evolucionando y lo seguirá haciendo hasta la última función.
¿Cuál es tu opinión de que se realicen marchas del orgullo LGBT en DF, o en México en general? La pregunta en sí misma es capciosa, ya que de entrada encierra dos términos en los que vale la pena detenerse antes de contestarla cabalmente.
Según el Diccionario de la Real Academia Española y Wikipedia, orgullo significa arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas. LGBT son las siglas que designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero. En la obra Tomás expone la pregunta “¿por qué se le llama orgullo gay? ¿No debería ser dignidad de la diversidad sexual?” Dignidad significa gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse, respeto que una persona tiene de sí misma y quien la tiene no puede hacer nada que lo vuelva despreciable a sus propios ojos. Diversidad significa abundancia, gran cantidad de varias cosas distintas. Discriminar significa seleccionar excluyendo.
Sería el término más apropiado, claro, si y sólo si sus integrantes se identifican con lo que el término significa y si aspiran a ello. Porque de no ser así lo que se abandera es un desfile de franjas de colores y etiquetas, en las que nunca van a acabar de englobar a todos por más que le agreguen letras al “colectivo” (en esta última marcha fue LGBTTTI). ¿Para esto, dónde estarían los heterosexuales? ¿Qué pasa con los que no se sienten identificados en ninguna de estas categorías? En la naturaleza, la línea entre un color y otro en un arcoiris es ilusoria, no es categórica. Está llena de matices infinitos que abarcan todas las posibilidades con las que nuestra sexualidad ‘polimorfa y perversa’ se expresa. Y si el respeto, el reconocimiento y la no discriminación es lo que se pretende, habría que ponderar las semejanzas, lo que nos une, lo universal de nuestra esencia, y no las etiquetas, no la creación de “guetos”. Dejar ser, dejarse uno ser, y no gastar tanta energía en querer pertenecer a un mundo. Mejor poner toda esa energía en crearlo.
Estas marchas tienen, han tenido y seguirán teniendo su valor per se a lo largo y ancho del mundo, y algunas han evolucionado dependiendo de las necesidades y matices que la gente de cada ciudad les da. Hay mucho por hacer. Pero hay que revisarlas, replantearlas y hacer un ajuste en la visión que en el fondo pretenden. Y no tanto las marchas, sino lo que nosotros pretendemos como personas. La Marcha de la Dignidad de la Diversidad Sexual tendría que ser una celebración de vida, una celebración a la riqueza que tenemos como seres humanos, una celebración a las diferencias, porque en ellas radica nuestra importancia, nuestro valor, una celebración en la que todos converjamos.
¿Podrías compartir alguna anécdota sobre la retroalimentación que han recibido con la obra? Para mí ha sido fascinante observar el fenómeno que esta obra ha causado y sigue causando en la gente. Desde el día 1 que convoqué a un grupo de actores y amigos a realizar una lectura de la obra hace dos años, he sido testigo y cómplice de las más variadas reacciones y depositario de profundas reflexiones. Y es que en esencia, como he comentado ya en varias ocasiones, se tocan “fibras sensibles”.
Como lo digo en la sinopsis,
para algunos es como cualquier día, para otros es su gran día, para unos cuantos es el día en que algo se sacude… y no precisamente una bandera.
Y lo mismo ha aplicado para los que han asistido a ver la obra: para algunos es como cualquier obra (otra obra gay, otro intento por reivindicar el teatro gay); a otros les estorbó un sillón; para otros es una gran obra (teatro mexicano que da gusto ver, qué bien se siente cuando se ve un trabajo bien hecho); para los privilegiados es la obra que les sacude todo su ser (me ayudó a tomar una decisión para el primero del resto de mis días).
Me llamó la atención que una reseña apareciera en la sección LGBT de una revista y no la de teatro (ya que si de categorías se trataba, me parecía más apropiada la segunda), y que expresara que no alcanzaba a entender del todo a donde quería llegar la obra. El autor de la reseña invitaba al público a que acudiera y forjara su propia opinión. Si la expectativa era ver encumbrado lo L, G, B, T, ciertamente no es ésa la pretensión. Por el contrario, deliberadamente se ha buscado cuestionarlo, deshebrarlo, ponerlo de cabeza, romperlo y replantearlo.
Y el texto es contundente, lo dicen los últimos dos personajes que aparecen:
Las reglas de antes no tenían mucho sentido y las de ahora no son mejores que esas. Nadie sabe ya cómo es que se supone que debemos ser.
Somos como pioneros dirigiéndonos hacia terreno desconocido… Hacia la creación de otro mundo. Ésa es la propuesta: renovarse o morir. ¿O, por qué no, morir para renovarse?
Hay gente que ha ido cinco veces. Hay gente que se ha desplazado al teatro desde colonias muy lejanas e incluso hay quien ha venido desde Cuernavaca, Puebla y Veracruz específicamente a ver la obra. Hay quienes han ido y nos abordan conmovidos a mí y al elenco al final de la función queriendo compartir sus reflexiones y testimonios.
A partir del 9 de agosto, la segunda temporada de El último sábado de junio en Teatro Julio Prieto (Eje 4 Sur Xola 809, Col. Del Valle) los martes a las 20:30 horas.
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